viernes, 27 de junio de 2008

Caso Emmeret Hobson

Eran casi las dos del mediodía y Kristen seguía durmiendo como si no lo hubiera hecho en toda la semana. Se despertó en un par de ocasiones, pero al darse cuenta de que estaba con ella volvía a cerrar los ojos. Me asombraba la confianza que tenía puesta en mí a pesar de haber hablado no más de quince minutos.

Su móvil sonó un par de veces, pero creí conveniente no responder a ninguna llamada por si fuera James y, además, la persona que llamaba al móvil esperaba hablar con Kristen y no con un desconocido, así que en lugar de tener que dar explicaciones puse el móvil en silencio y aguardé en la cocina mientras preparaba algo para comer, a que Kristen despertara de una vez. No quería dejarla a su suerte, pero tampoco me gustaba la idea de que estuviera en mi apartamento mientras yo me encontrara trabajando en el taller.

Sinceramente, en ese momento no sabía que hacer, tenia a una desconocida en mi cama, apunto de desmayarse cada vez que habría los ojos. Tan solo la conocía de haber hablado con ella unos pocos minutos después de mi encuentro con James. Me concentré en observar el contenido que hervía en el fuego y en el trabajo que me esperaba esa noche.

No estaba del todo confiado en que las cosas salieran bien, tenía la impresión de que James me ocultaba algo, e incluso me temía que no hubiera ni recompensa ni que siguiera guardando en silencio todos mis crímenes. Debería planear una segunda opción por si la situación se pusiera en mi contra esa noche. Pero la idea de tener cinco mil dólares me hacía debatir entre seguir con el plan o largarme cuando consiguiera que Kristen despertara.

-Te imaginaba haciendo cualquier cosa menos cocinar.-

-¿Hace mucho que estas despierta?.- me gire sobresaltado, estaba sentada a los pies de la cama poniéndose los zapatos y mirándome como si ya fuera alguien familiar para ella.

-En realidad no he dormido nada, me duele demasiado la cabeza. Pero la fiebre ha bajado.-

-Ah, bueno, eh…estoy preparando la comida, no se, creo que te conviene comer algo, tienes mala cara.-

-¿Por qué te preocupas tanto por mí si no me conoces de nada? Me recoges, me llevas a tu casa, me acuestas en tu cama y ahora me preparas la comida. Si no fuera por el tono en que hablas, creería que quieres algo de mí.- se levantó de la cama y sin mirarme apenas, se acercó a la cocina y le hecho un vistazo a lo que estaba cocinando.

-¿Qué se supone que es esto?.-

-Mejor no preguntes.- estaba empezando a molestarme el tono que adquiría la situación, y en vistas a que aparentaba estar bien otra vez, no tenia otra cosa en mente que pedirle que se marchara.

Se sentó encima de la mesa y se encendido un cigarrillo de los míos, no se preocupo en pedírmelo.

-Bueno dime ¿Por qué haces todo esto?.-

-Dime tú por que intentas impedir que haga mis asuntos y ya contestaré luego a tus preguntas.-

-No quiero que lo hagas por James, así de simple. Te traerá problemas la nueva amistad que has hecho.-

-Nuestro hombre en común es el hecho de nuestras consecuencias por lo que veo, si te he recogido antes es porque eres la novia de James. Así de simple.- Acabé la frase usando sus mismas palabras para que se quitara la absurda idea de la cabeza de que no intentaba nada con ella. Incluso yo me asombraba de mis actos de los dos últimos días y no hacía mas que torturarme por ello.

-Si solo lo haces por eso, déjame decirte que no hace falta que te esfuerces tanto. Para James he pasado a ser algo secundario, ya te lo he dicho antes.- se acabó el cigarrillo y volvió a sentarse a los pies de la cama.

-Entonces ¿Qué pasa? ¿Intentas joder los planes porque tu supuesto novio no te hace caso?.-

-No, lo hago porque no quiero acabar en la cárcel por su culpa. Se que si no sale bien lo de esta noche y descubren lo que quiere conseguir, me llevara con él por delante.-

Me senté en una de las dos sillas de la cocina y le pedí que me contara todo lo que supiera sobre James.



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domingo, 22 de junio de 2008

Caso Emmeret Hobson

En ese momento mi cabeza empezó a ponerse en marcha, tenía mucho que preguntarle y no sabía por donde empezar.

-¿James te ha enviado para vigilarme?.-

-No, he venido por mi cuenta, esta mañana he oído como quedaba contigo frente a la biblioteca a las diez. Si estoy aquí es para quitarte de la cabeza la absurda idea de irrumpir en casa de Derek.- el tono de voz era firme, demostrando que no quería un no como respuesta, pero seguía pensando que le pasaba algo más, parecía muy cansada.

-¿Cómo? ¿Sabes todo lo de Derek? Bueno, es normal, siendo su novia supongo que debes estar al tanto de todo, pero ¿Por qué no quieres que James consiga ese trabajo? Saldrías ganando si es cierta la cantidad de dinero que ganará con ello.-

Se retiró el pelo de la cara con una mano, mientras guardaba las llaves del coche en el bolsillo trasero de los vaqueros.

-Hace meses que no cuenta conmigo para nada. Solo soy “la novia de” cuando salimos a cenar con sus amigos de trabajo o en las cenas familiares. No es el hombre que conocí hace dos años y me lo demuestra día a día.-

-Y en lugar de estar pasándolo mal por su culpa ¿no es mejor que le dejes?.- No tenía ganas de seguir escuchando esa conversación, y mucho menos dar consejos de ese tipo, me hacía sentir bastante incómodo.

-¿Podemos salir fuera? Me estoy agobiando aquí dentro.- me aparté para que saliera, cruzó los brazos contra el pecho y empezó a caminar calle arriba. Todavía no se porque la seguí y charle esa mañana con ella, pero ahora, a pesar de que ella también está en peligro si la encuentra la policía, me alegro de haberlo hecho.

Estaba en lo cierto cuando decía que estaba enferma, a los pocos pasos, me agarró de la manga de la chaqueta y cayó de rodillas al suelo, a pesar del frío estaba ardiendo, tenía la mirada perdida y empezaba a quedarse dormida.

-¡Eh! ¿Qué haces? Eh, vamos levántate ¿Qué te pasa?.- la ayudé a levantarse y se apoyó contra la pared del edificio de correos. De cada vez llovía mas y tenía la impresión de que si la dejaba a su suerte, no sería capaz ni de dar dos pasos sin volver a caer.

-No, déjalo, me encuentro bien, me duele la cabeza desde ayer por la noche, supongo que será un resfriado, ya está.- no me miraba cuando hablaba, centraba la vista en el suelo para no marearse más de lo que ya estaba.

-Dame las llaves del coche, te dejaré en tu casa, no se para que coño has salido a la calle si te encontrabas mal.- en ese momento estaba muy enfadado, el que dijo la frase de que los problemas nunca vienen solos, tenía toda la razón del mundo.

-No, no hace falta que…-

-Tienes dos opciones, una es darme las llaves y dejar de llevarme la contraria, la otra es que te quité yo las llaves y te deje en tu casa. Decide.-

Sacó las llaves del bolsillo a regañadientes y me las entregó, al volver a ponernos en marcha, tuve que agarrarla de la cintura y llevarla casi a volandas. Cuando llegamos al coche, vi el flamante Dodge de color negro brillando en la acera a causa de la lluvia.

Mientras abría la puerta del copiloto y le ponía el cinturón a la chica, me paré a pensar en lo que me dijo James en el bar. Dejó el coche en el taller de Francis pero todavía estaba esperando para ir a buscarlo cuando el coche, hacia un par de días que ya se lo habían llevado.

Me puse al volante y arranqué el coche.

-Kristen ¿por donde voy para llegar hasta tu casa?...¿Kristen?.- se había quedado completamente dormida.


Decidí llevarla hasta mi apartamento, suponía que despertaría a las pocas horas, antes de que yo tuviera que irme a trabajar, y prefería llevármela conmigo en lugar de despertarla para mostrarme el mal humor que tenía y no darme la dirección de su casa.
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Caso Emmeret Hobson

-El tipo que tiene el contrato se llama Derek Russell, dentro de unos días debe decidir si quiere tomar el mando de la construcción. Todo lo que necesito para arrebatarle ese trabajo esta en su casa. Necesito que entres ahí y me lo consigas.-

No era capaz de contestarle, mi cabeza daba vueltas a un asunto bastante patético: ahora me había convertido en un ladrón a domicilio. Quizá publicará un anuncio en el periódico. Todo me parecía tan irreal que pensaba que era víctima de una broma de mal gusto.

-Eso no es todo, si me ayudas, dejando a parte que tu deuda de hace dos años estará saldada, te puedo recompensar económicamente. Yo podré ser un desgraciado con un trabajo un tanto pésimo, pero mis padres no, ellos han sabido jugar bien y ahora se dedican a ver en que pueden gastarse más dinero.-

Empecé a reírme en voz baja. –No se que tal se te dará la construcción pero como chantajista eres pésimo, si está conversación fuera mínimamente seria no nombrarías a tus padres…-

-No quiero acabar como tú dentro de unos años.- me dijo mirándome de arriba abajo.

-Creo que de esa forma te costará convencerme para que haga lo que quieras, pero tu sigue, quizá acabes invitándome a comer.- se notaba que ya me tomaba el asunto como algo gracioso, si conseguí evadir a los policías después de tantos robos, no me sería difícil volver a hacerlo porque James fuera con mi dirección a comisaría.

-Cinco de los grandes porque me consigas esos papeles.- su tono era totalmente decidido.

Actúe de forma totalmente egoísta, si pudiera volver atrás en el tiempo en ese momento lo hubiera hecho, pero aquí estoy, mirando como mi compañero de celda se convierte en un ferviente cristiano e intenta evadir sus pecados, en fin… acepté el trato al oír la suma de dinero.

Cinco mil dólares por hacer algo a lo que ya estaba acostumbrado, me dije ¿Por qué no? Esa misma mañana, James me describió como eran los documentos que debía darle, me facilitó la dirección de ese tal Derek y me recordó varias veces, k tenia k hacerlo esa misma noche para que luego él pudiera tener el contrato lo antes posible.

Una vez firmado no había vuelta atrás, y los peces gordos de importantes multinacionales no pararían el proyecto por un simple pique entre arquitectos a los que se les daba una oportunidad de triunfar, directamente pensarían que se trataba de pasar sobre el que hiciera falta para conseguirlo.

Empezaba a llover cuando mi reunión con James acabó, me aconsejó seguir con el móvil apagado y si esa noche, cuando me encontrara delante de la casa de Derek, no veía señales suyas, siguiera adelante con el plan.

Llevaba unos minutos caminando, cuando cerca de la cabina de teléfono donde esperaba a James esta mañana, una chica se plantó delante de mí. Los mechones de pelo mojado se le caían por delante de la cara, no llevaba chaqueta y empezaba a temblar, pero aun así, no dejaba de mirarme. En las manos llevaba las llaves de un coche y en la otra un trozo de papel arrugado.

No retrocedió cuando llegué a estar a medio metro de ella, seguía mirándome convencida de que era yo la persona a la que buscaba. No sabría definir si su expresión era de enfado o consecuencia del frío que empezaba a hacer por la lluvia.

-Mmmm, ¿ola? ¿necesitas algo o puedo seguir mi camino si eres tan amable de echarte a un lado?.- No me atreví a tocarle el hombro para ayudarla a apartarse, daba la impresión de que caería redonda al suelo en cualquier momento.

-¿Estoy buscando a un tipo llamado Emmeret, eres tú verdad?.- pronunció las palabras poco a poco, tenia la pinta de estar enferma o algo por el estilo.

-Perdona creo que te equivocas, lo siento.- ¿Qué demonios le pasaba a toda la gente de California conmigo? ¿Es que acaso llevaba un cartel en la espalda con un anuncio prestando ayuda? Ya tenia suficiente con todo el embrollo que tenia que solucionar esa noche así que intenté deshacerme de esa chica como fuese.

-No, no me equivoco. Se que has estado hablando con James para planear un robo esta noche, se que tú eres el tipo que estaba buscando.-

La cogí de los hombros y la metí dentro de la cabina de teléfono, cerrando la puerta al entrar los dos. La miré asombrado, sin duda conocía a James y si sabía nuestras intenciones de esta noche, era un grave problema. Durante unos segundos solo se oían las gotas de agua estamparse contra el cristal de la cabina. Con el empujón el teléfono se descolgó y al estar en silencio se podía escuchar el contestador automático con voz de mujer recitando sin ninguna entonación las instrucciones para realizar una llamada.

-¿Quién eres?.- todavía la seguía agarrando de los hombros, pero ella no se asustó, me miraba como si hubiera hecho algo realmente malo, cuando ese día todavía no había tenido oportunidad de hacer tal cosa. No me contestó, parecía pensar la respuesta más adecuada.

-No te lo voy a repetir dos veces.- la llevé al otro lado de la cabina, impidiendo que ahora la gente que transitaba la calle, pudiera ver lo que ocurría dentro.

-Me…me llamo Kristen…soy, por decirlo de alguna manera, la novia de James, aunque más quisiera poder decir otra cosa.- hizo una mueca de desaprobación al pronunciar el nombre de James.

sábado, 21 de junio de 2008

Caso Emmeret Hobson

Apenas había empezado a consumir el cigarrillo cuando James apareció a la vuelta de la esquina.
Por lo visto no debió estar en su casa porque seguía vistiendo la misma ropa que la de la noche anterior, y seguramente las gafas de sol eran para no aparentar cara de cansancio.

-Eres muy puntual, has llegado antes que yo.- dijo con una media sonrisa y tendiéndome la mano para que se la estrechara.

-Quiero saber que coño hago aquí, estoy cansado de hacer todo lo que me dices, como si fuera un perro.- Lo sé, sonó un poco prepotente por mi parte dirigirme así a alguien, que sabía a ciencia cierta que llevaba un arma, pero estaba cansado de ese juego.

-Muy bien, dijo apartando la mano abierta y llevándosela al bolsillo de la chaqueta. -pero aquí no es buen sitio para hablar del tema, por favor ven conmigo.-

Me sorprendió tanta amabilidad de su parte a pesar de mostrarme tan reacio, pero le seguí. Tan solo tuvimos que caminar unos minutos y llegamos a un parque cercano con una pequeña fuente y un par de bancos. James decidió situarse en la parte más apartada del lugar y empezó a hablar.

-Creo que ya va siendo hora de que te cuente de que demonios va todo esto.-

-Por primera vez estamos de acuerdo en algo.- asentí

-¿Recuerdas que te dije que me dedicaba a la construcción y diseño de edificios no?.-

-Si, lo recuerdo.-

-Pues bien, desde hace un par de meses, el trabajo escasea mucho, y a lo único que me dedico es a llevar a cabo edificios de protección civil o algún que otro bloque de apartamentos de tres al cuarto, que al año de su construcción parecen haber estado en pie medio siglo.-

-Si todo esto es para quejarte del material o de la forma en que se trabaja no tengo porque…-

-¡Estoy harto de desperdiciar tantos años de universidad para nada! Quiero algo serio, un trabajo importante, no edificios de baja calidad. Así no llegaré a ninguna parte.-

-Sigo sin entender mi papel en todo esto.- me mostraba tan indiferente a la conversación, que cuando pronunciaba esas palabras, mi atención recaía en una paloma cerca de la fuente.

-Tu papel es ayudarme a conseguir los planos y contratos de un nuevo proyecto que se llevará acabo en San Francisco en un par de semanas. Sé de buena tinta que el contrato todavía no esta firmado, no tienen ni diseñador ni constructor, es mi oportunidad y no pienso dejarla escapar.-

-¿Cómo? ¿Me estas diciendo que robe los planos de algo que esta por construir? Creo que has escuchado demasiadas historias sobre el ladrón que te imaginas.-

-Déjame terminar.- Empezaba a mostrarse tenso, se quitó las gafas de sol, de manera que pude verle las enormes ojeras que tenía.

-¡No! Estoy cansado de escucharte y cerrar la boca, ¡no se de que te piensas que soy capaz, pero esto no lo pienso hacer! Una cosa es robar en casas, otra muy distinta es robar los planos de un edificio. ¡Por el amor de dios! ¿es que no has parado a pensar en toda la gente que hay implicada en eso?.-

Y James perdió los nervios, me sujeto por el cuello de la chaqueta y me empujó contra el árbol que tenia a mi espalda. No me hizo daño, pero entonces volví a mirarle a los ojos y tenia la misma expresión que la noche de ayer. Me miraba pidiéndome ayuda a pesar de tenerme agarrado por el cuello.

Me lo quité de encima y con el forcejeo cayó al suelo.

-¿Sabes lo que te estas jugando si no aceptas, verdad?.- dijo mientras volvía a levantarse sacudiéndose la tierra del pantalón y de las manos.

-Si que lo se, pero no se trata de robarle el dinero de la cartera a un pobre desalmado que está durmiendo, es robar un documento oficial de un edificio que seguramente tendrá vigilancia y no pienso arriesgarme tanto por ti. Puede que te robara una vez y créeme, lo siento pero esta no es forma de pagarte lo que en su día te hice.-

-Te equivocas en una cosa, no hay edificio con vigilancia, simplemente una casa como en todas las que has entrado a, digamos, hacer tu jornada laboral.-

-Explícate.- Estaba tan cabreado que le miraba directamente a los ojos sin dejar de pensar que lo mejor era largarme de ahí y no pensar en nada más que hacer la maleta e irme unas semanas.

viernes, 20 de junio de 2008

Caso Emmeret Hobson


-Vaya, me gusta ver que hiciste caso a lo que te dije.- fueron las primeras palabras de James, que daba la impresión de haber dormido poco o nada, por el tono de voz ronca que podía escuchar.

-¿Acaso es que tenia otra opción?.-

-Ahora no puedo hablar mucho, te espero dentro de dos horas enfrente de la biblioteca que hay en el centro, verás una cabina telefónica y un estanco justo al lado, te esperaré ahí.-

-De acuerdo.- creo que se notó demasiado el tono reticente con el que le conteste.

-Apaga el móvil.-

Había colgado. Me senté en la cama mientras volvía a apagar ese trasto y me repeinaba el pelo con los dedos mientras le daba vueltas al mismo asunto. Estaba furioso conmigo mismo, no me reconocía, yo era una persona a la que le gustaba vivir su vida, apartado del resto del mundo, desde pequeño me había gustado poder ser capaz de sobrellevar tanta independencia. Y después de ver los caminos que tomó mi vida, me alegraba de ser así. Pero ahora, me veía a las órdenes de un crío de veinticinco años.

Todavía no me había explicado que es lo que quería de mi que pudiera ayudarle.

No hice absolutamente nada cuando me apuntó con un arma, sabia que no dispararía porque me necesitaba, pero ¿Dónde estaba el tío que le hubiera bajado los humos a ese tal James, si hubiera visto que podía morir por su culpa? Desde luego, esa persona, no se encontraba en la habitación.

Llegué incluso a pensar que era un sueño, pero cuando la mujer que ocupaba el apartamento de enfrente le empezó a gritar a su hijo pequeño, me di cuenta de que estaba perfectamente despierto. Despierto en algo que empezaba a dar la impresión de ser un mal sueño.

James me esperaba frente a la cabina telefónica de la biblioteca a las diez, hasta entonces no tenia nada que hacer. Patético, tenía que hacer pasar dos horas de mi vida, haciendo algo, antes de ir a cumplir con mis “nuevas” obligaciones de alguien que no conocía.

Me puse la chaqueta y salí a la calle. Ese día estaba bastante nublado, y a pesar de que el ambiente era cálido, tenía frío.

El restaurante de enfrente estaba cerrado pero las puertas abiertas de par en par dejaban ver el interior de la estancia. Las mesas habían sido echadas a un lado para dejar pasar las cajas del camión aparcado justo delante con el nuevo pedido de la semana. A veces me preguntaba porque si casi nadie frecuentaba ese restaurante, cada semana, los dos camareros jóvenes, hacían horas extras reponiendo comida nueva.

Hacia tiempo que no salía tan temprano a la calle, normalmente a esas horas, trataba de quitarme la resaca por culpa de la cerveza de Joe. Me sorprendió ver cuanto movimiento había por las mañanas, estaba acostumbrado a trabajar por las tardes en el taller, y a esas horas, mucha gente ya esta en sus puestos de trabajo, por lo que las calles estaban más vacías a como estaban ahora.

Los trabajadores se apiñaban en la parada del autobús, y algún que otro afortunado, conseguía un taxi libre.
Niños yendo al colegio que estaba unas tres calles más arriba, comercios con las barreras quitadas y los puestos de comida que sacaban sus productos más notorios fuera para llamar la atención de los compradores.

Me di cuenta de cómo cambian las cosas cuando es de noche. De madrugada, las calles desiertas con más de la mitad de las farolas rotas, le daban un aspecto muy distinto del que mostraba ahora.

Apenas sin darme cuenta, por tanta observación a lo que me rodeaba, llegué frente a la biblioteca del centro, era un edificio alto, con la pintura de las paredes muy desgastada, lo que le daba un aspecto mas serio. En las escaleras se sentaban algunos estudiantes que decidían que hoy era un buen día para no asistir a clase, una chica hablando por el móvil de forma acalorada y un par de turistas que esperaban a que la biblioteca abriera sus puertas.

Todavía faltaban unos minutos para la hora que me había dicho James, así que decidí apoyarme en el capó de un coche cercano y encenderme un cigarrillo para que la espera fuera menor.

jueves, 19 de junio de 2008

Caso Emmeret Hobson

California, 10 de Julio 6.30 am

Me encontraba en la habitación de mi nuevo apartamento, si a aquello se le podía llamar tal cosa. El piso se reducía a una estancia con una cama de matrimonio, una tele vieja con un video que no funcionaba, y un armario que no cerraba muy bien debido al paso de los años. Un marco de madera a la derecha de la habitación separaba el dormitorio que hacia las veces de sala de estar, con la cocina. Y enfrente, otra puerta daba al cuarto de baño, donde a duras penas podías moverte con facilidad.

Contaba con una única ventana, cerca de la cama, pero no era gran cosa si la vista del callejón de atrás de un restaurante chino no era de tu agrado.

Pero al menos tenia algo, ese era el premio después de haberme arriesgado cada noche entrando casa por casa pasando inadvertido consiguiendo unos cientos de dólares y si esa noche quería lucirme, con las llaves de un coche robado.

Todos esos beneficios, iban a parar a manos de Martin, uno de los señores corruptos por aquel entonces, el cual ya os dije, me sacó de la calle para devolverme a ella con el fin de robar a los demás. Lo que él ignoraba es que después de haberle demostrado lealtad durante los dos primeros meses y dejar de lado el registro por parte de sus guardaespaldas a mis bolsillos para asegurarse de que se lo entregaba todo, me quedaba una comisión de lo que conseguía esa noche. Eso implicaba mayor esfuerzo y trabajo, pues si me quedaba con algo no tenía que notarse, por lo tanto, si el número habitual de delitos era de cuatro o cinco, esos días el número creció llegando a veces a ocho o nueve.

Así fue como poco a poco, guardando el dinero como mi única propiedad, aparentar delante del jefe cuando tocaba ir hacerle una visita y ganándome la confianza de malas compañías, llegue a conseguir una pequeña fortuna bajo los dos tablones sueltos debajo de la cama.

Pero el destino da muchas vueltas y llegó el día en que mis servicios ya no eran necesarios, ahora solo quedaba devolver el favor y como ya he dicho anteriormente, juntarse con quién no toca, trae malas consecuencias. Llegué a perder todo el dinero conseguido y más, para seguir despertándome cada día. Aunque luego el destino dio otra vuelta de hoja y me permitió quedarme con el pequeño apartamento, asegurándome de cambiar la cerradura y evitar pasar más de dos noches seguidas.

Eran las seis y media de la mañana, me levanté de la cama que llevaba días sin hacer. Después de darme una ducha para quitarme el olor a cerveza pasada, pensé unos minutos delante del espejo. Había pasado dos horas hablando con James, quién a pesar de ser consciente de que era una de las personas a las que había desplumado una noche, no me guardaba rencor, sino admiración. Le sorprendía como alguien como yo, pudo hacer tanto mal sin ser descubierto.

Después de hacerme una larga lista de los objetos y la cantidad de dinero que le robé, explicarme los pros y los contras de nuestro sistema judicial y de lo inepto que era el cuerpo de policía, incapaces de seguir una pista aunque tuvieran al culpable delante de sus narices, me pidió un favor, quería que le ayudará en algo que no acabó de explicarme, solo me adelantó que si lo conseguía él y Kristen habrían solucionado su vida, si por el contrario no aceptaba la oferta, James me delataría a la policía dado que los crímenes todavía no habían prescrito. Y creedme cuando os digo que la segunda opción, me la recordó apuntándome con una pistola, en el callejón cerca de mi casa.

Deduje que su empeño por saber donde vivía era por si decía que no al trato que me proponía y darles a las autoridades una dirección segura donde encontrarme en un momento u otro.

Pensé que si esquivaba el brazo con el que me estaba apuntando, podría haberle reducido sin problemas, pero entonces le miré a los ojos por primera vez, y nunca antes había visto a alguien apuntando para matar a otra persona, mirándole con confianza. James me necesitaba, sus ojos me lo decían todo, pero a la vez tenía el suficiente coraje para apretar el gatillo.

Después de ver mi respuesta inmóvil, mirándole fijamente sin forzar la expresión para que aquel enfrentamiento no acabara en tragedia, bajó el arma, y me dio un teléfono móvil apagado.

-Enciéndelo a las ocho en punto de la mañana, a los tres minutos recibirás mi llamada, te daré una dirección y la hora a la que volveremos a vernos, vuelve a apagar el móvil cuando ya hayamos acabado de hablar.-

-Esta bien.-

-¿Puedo confiar en ti?.- me preguntó mientras volvía a esconderse el arma detrás de la cazadora.

-¿Tienes a alguien mas en quién confiar?.-

Dejé la taza de café sobre la encimera de la cocina y miré hacia los pies de la cama. El móvil estaba sonando.

Eran las 8.03 de la mañana.

miércoles, 18 de junio de 2008

Caso Emmeret Hobson

28 de Enero, California, 23.00 p.m


Me encontraba en la zona lujosa de los barrios de California, casas de dos pisos, jardines impecablemente cuidados. Los coches de marca aparcados frente al garaje y la luz del porche encendida para evitar que la casa quedara a oscuras.

Caminaba calle arriba mientras el camión de la basura hacia su trabajo con el menor silencio posible. Los aspersores de los jardines empezaron a funcionar casi a la vez. Todo en ese barrio era perfecto, parecía tener un horario de trabajo, con tanta coordinación.

Todo en ese barrio era perfecto menos yo.

En aquel entonces mi trabajo como vendedor de coches se vino abajo por la crisis económica que afecto casi por completo a Estados Unidos. Me encontraba sin empleo y el alquiler empezaba a tener una cifra considerable teniendo en cuenta que llevaba tres meses sin pagar. Así que decidí marcharme de mi apartamento y ver lo que me deparaba el destino.

Por circunstancias de la vida, acabé siendo un atracador que le debía el hecho de estar vivo a un matón a sueldo, que por acabar bien unos cuantos trabajos se ganó un lugar en la pirámide criminal del país. Me ofrecía casa y comida a cambio de que robara en los barrios adinerados.

Estaba enfrente del número 17 de la calle Hosted, la casa, era como el resto, solo se diferenciaban entre ellas por la pintura, porque la distribución era similar, y eso facilitaba mi trabajo. Todas estas casas tienen el mismo defecto, la puerta principal es imposible de abrir si no es con la llave original, al estar rematada con soportes de acero hacen imposible abrirla sin que se de cuenta medio barrio, pero en cambio, la puerta de detrás que suele dar a la cocina, esa es una simple puerta de madera con un pestillo, y siempre situado al lado del cristal.

Crucé el césped, pase por al lado del Toyota negro aparcado en el garaje y salté la valla metálica que me separaba del patio trasero. No había nadie y no me esperaba que lo hubiera, me había acostumbrado a no encontrarme con ningún inquilino de la casa a estas horas de la noche, y más entre semana.

Conseguí abrir la puerta de la cocina sin problemas. La habitación podría decirse que era una copia de las otras cocinas en las que había estado pasando con sigilo.

Durante una larga hora me aseguré de que todos durmieran, que no tuvieran perro, pues ya tuve bastante hacia unos días con un bulldog alemán y de que no tuvieran alarma silenciosa para que cuando saliera por la puerta me encontrara medio cuerpo de policía esperándome.

No recuerdo exactamente que robé, ya hace bastante tiempo de eso, quizá año y medio. Dinero, joyas, aparatos eléctricos de valor y muy pocas veces me paraba a observar si había alguna obra de arte o escultura que valiera la pena. Pero en esa casa, en el 17 de Hosted Avenide, no todos dormían como yo me había figurado.

Cuando ya enlazaba la siguiente calle, con el trofeo en mis bolsillos y pensando que así podía vivir unos días más, unos ojos me seguían desde detrás de la ventana de la habitación del segundo piso. Todavía hoy me pregunto, sentado en la incomoda cama de mi celda, porque no llamó a la policía cuando me oyó entrar.

En el 17 de Hosted vivía James, el mismo que me vino a bucar al bar, pero no fue el quién me vio. La mejor amiga de su hermana menor, Kristen, quién seria unos años mas tarde pareja de James pero que en aquel momento solo eran conocidos por la hermana de él, vió como me alejaba.