lunes, 16 de junio de 2008

Caso Emmeret Hobson

California, 10 de Julio, 01.00 am

En el bar de Joe siempre se le sirven copas a personas con malas intenciones, si alguien busca ayuda para un asalto, robo de coches o simplemente, un ajuste de cuentas, acude aquí.

Yo soy cliente habitual desde hace un tiempo, no porque busque ayuda, sino porque la bebida es barata y pasas desapercibido si no miras a nadie mas de dos veces a la cara.

Quien lo pasa peor es el pobre de Joe, no era su intención que el negocio que le costó tanto montar, acabará siendo un tugurio para matones a sueldo y borrachos que no tienen donde caerse, pero el dinero es quién manda en estos tiempo y el hecho de que la zona comercial de los alrededores se viera obligada a cerrar, ayuda a que quién no quiera ser visto, se meta de cabeza en este bar.

Las tarde pasaba muy despacio en la barra, mientras Joe limpiaba una y otra vez el mismo vaso con un trapo mohoso, no apartaba la vista de los dos hombres que ocupaban los últimos asientos, cerca del teléfono, tenían las cabezas muy juntas, hablaban en voz baja y parecían traerse algo entre manos, y tenia pinta de no ser nada bueno.

-¿Qué pasa Joe, el vaso se resiste a estar limpio?

-¿Eh? Ah, Emmeret, no solo me preocupo por mantener el bar en calma. Si esos dos se traen algo entre manos, vale mas que lo hagan fuera de aquí.- dijo mientras se señalaba la parte de atrás del cinturón, donde se veía la culata de una magnum.

-No deberías llevar eso encima, he oído que a más de uno se le ha disparado, y creo que una bala en el trasero te siente bien, Joe.

-Jaja, nose como lo haces, pero a pesar de estar tan jodido como todos los de este bar, siempre sales con alguna frase ingeniosa.

-Será que siempre intento ver la botella medio llena.

Mientras Joe se volvía su trabajo y yo le daba otro sorbo al vaso de cerveza para salir de ahí, un hombre joven entro por la puerta.

Siempre era costumbre que todas las cabezas se giraran de golpe hacia la salida cuando oían que la puerta se abría. Más de uno en ese bar sabe que su vida acabará entre rejas si lo que se asoma por la puerta es un hombre con uniforme azul y placa de policía.

Lo que aparentemente era un hombre cualquiera, resultaría ser el centro de mis problemas. Cuando me levanté y me puse la chaqueta para buscar el dinero en los bolsillos, ese hombre me cogió del hombro, me obligó a sentarme y pidió otra ronda de cerveza a Joe para los dos.

1 comentario:

Ángel Guardían dijo...

Hola te cuento que aun no he leido este post, lo guardo y lo leo en casa es que me da pereza leerlo en linea ademas no tengo mucho tiempo ya que estoy en un cyber, mejor en casa con calma, de seguro sera bueno, cuidate bye.